Nos llevó tiempo entender realmente qué es el pan, el de verdad como se dice coloquialmente, el honesto. Un producto que había prácticamente desaparecido pese a estar tan arraigado a nuestra cultura. Descubrimos en ese momento un mundo inimaginable, fue algo que nos atrapó y cada vez nos adentraba más profundamente.

Exigimos harinas certificadas libres de aditivos, ecológicas y molidas a la piedra con el grano completo.

Nos exigimos elaboraciones honestas, fermentaciones lentas, reposos en frío para que las masas maduren y horneados a la piedra para conseguir panes saludables, aromas y sabores auténticos.

Rescatar sabores originales, hacer productos honestos, volcar nuestra imaginación y poder elaborar un sin fin de ocurrencias; desde la más tradicional como base de la repostería hasta la más actual. Todo bajo la misma premisa, hacer una producto honestamente artesanal donde prime la materia y los métodos de elaboración.

Materia prima sin aditivos, sin conservantes, que destaquen por su sabor natural y texturas originales.

El mismo standard es el que deben respetar todos los productos que se sumen a la familia de Mi Dulce Esther.